El escenario geopolítico global está inmerso en grandes cambios, entre los que destaca la pugna holística entre Estados Unidos y China y el protagonismo creciente del Indo-Pacífico frente al Atlántico. Se trata de debatir sobre estas cuestiones desde una perspectiva ibérica, europea e iberoamericana, para avanzar en la definición de un papel relevante para Europa y para América Latina.

Europa acaba de poner en marcha su Estrategia Digital Europea, un proyecto vigoroso para regular aspectos esenciales de la economía digital y ponerla al servicio de las personas, de la competitividad europea y de sus prioridades medioambientales. EEUU, que siempre optó por un modelo abstencionista frente a las Big Tech, está descubriendo ahora en el espíritu regulador de Europa un instrumento eficaz para controlar la neutralidad política de las grandes plataformas y al tiempo, para dar una respuesta conjunta y democrática a la hegemonía tecnológica china.

La economía que saldrá de la pandemia será mucho más tecnológica de lo que era antes del COVID. Se han acelerado los tiempos de la digitalización y la automatización sin que hayamos podido aventurar todas las implicaciones que este proceso va a suponer para el mercado de trabajo. Según datos del WEF en 2022 el 42% del total de horas de trabajo serán realizadas por máquinas frente al 29% que se registraban en 2018. Según este mismo estudio la automatización puede destruir en los próximos años 75 millones de empleos en todo el mundo. Las nuevas tecnologías pueden traer más crecimiento, más empleos y de mejor calidad, pero también exigirán un gran esfuerzo en materia de adaptación a los trabajadores y las empresas para evitar que se creen nuevas desigualdades y exclusión social.

La adaptación de la economía española al mundo post-COVID es uno de los grandes retos de la próxima década. No solo porque es necesario recuperar los niveles de bienestar y los equilibrios macro dislocados, sino fundamentalmente porque es imprescindible demostrar que España cuenta con un Plan País sólido, realista y coherente, que esté alineado con las reglas europeas y sea capaz de inducir el crecimiento sostenible, digital e inclusivo que se requiere para asegurar el bienestar de las generaciones futuras. Debatiremos qué políticas, instrumentos y gobernanza pueden hacerlo posible con ponentes que provienen del mundo de las instituciones, los mercados y la academia.

La retirada de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN de Afganistán, no por anunciada, ha dejado de causar un enorme impacto en las sociedad occidentales. Veinte años de esfuerzos militares y humanitarios en la zona colapsaron en cuestión de horas provocando una salida caótica y masiva de las tropas occidentales y de miles de refugiados que aspiraban a huir del país. Lo ocurrido en Afganistán tendrá consecuencias innegables en el orden liberal internacional. Las relaciones de confianza entre EEUU y sus socios de la OTAN se han visto afectadas por la decisión unilateral del Presidente Biden. EEUU abandona una posición estratégica en Asia que otras potencias intentarán ocupar para extender su hegemonía en la zona. Los europeos se preguntan dónde han estado sus instituciones en esta crisis y el bloque occidental, en su conjunto, se percibe en retirada. El fracaso de Afganistán vuelve a marcar la senda del pragmatismo en las relaciones internacionales frente a los idealistas que creyeron posible imponer la democracia en la zona.

Si hace un año reconocíamos la capacidad de gestión demostrada por las Comunidades Autónomas para hacer frente a la emergencia sanitaria del COVID, hoy vuelven a destacar por estar llevando a cabo de manera modélica el proceso de vacunación de la población. Las autonomías se han reivindicado en esta larga crisis como una administración imprescindible y eficaz. Sin embargo las diferencias demográficas, de renta y de actividad entre distintas comunidades amenazan el principio de igualdad entre los españoles y tensionan cada vez más el siempre complicado debate sobre la financiación autonómica.

La pandemia ha puesto en cuestión muchas de las certezas que habían definido nuestras sociedades excepto una: la lucha contra el cambio climático. El compromiso medioambiental se ha revitalizado con el regreso de EEUU al Acuerdo de París y con el Pacto Verde propuesto por la Unión Europea como una de sus prioridades estratégicas. La gente está más preocupada que nunca por el medio ambiente, las empresas por adaptar sus procesos a los compromisos de sostenibilidad y los poderes públicos por establecer las políticas necesarias para promover la necesaria transformación de manera justa e inclusiva.

Los fondos Next Generation EU constituyen una herramienta inédita para acometer con determinación la modernización de la economía española con el objetivo de la plena digitalización y para diseñar una transición ordenada y justa hacia la descarbonización. Pero no partimos de cero, las empresas españolas han hecho sus deberes y han venido mostrando un liderazgo incuestionable a la hora de afrontar esos retos ineludibles. Los fondos europeos pueden ser la palanca de nuestro desarrollo futuro pero necesitan la compañía de otros protagonistas como las propias empresas y las reformas económicas que permitan asegurar que el repunte de la actividad tras la pandemia se mantenga en el tiempo y se convierta en una auténtica recuperación.