Dani Rodrik fue de los primeros economistas en advertir hace años sobre las contradicciones internas del proceso de hiperglobalización de la economía mundial. De alguna manera, los hechos han venido a darle la razón: hoy afrontamos un proceso de abierta redefinición del fenómeno tanto por su consecuencias sociales o políticas como la necesidad de adecuarse a un nuevo escenario donde el factor de la seguridad parece primar sobre otras consideraciones de carácter estrictamente económico.

De los datos se ha dicho que son el petróleo del siglo XXI, lo que refleja una realidad incontestable: la gran transformación que supone la Digitalización y la Economía Digital viene de la mano de la creciente capacidad de almacenar y, sobre todo, procesar datos para dar un nuevo valor a las actividades de todos los sectores económicos, tanto tradicionales como emergentes. La Estrategia Digital Europea, cuyas últimas manifestaciones son la Data Governance Act y la futura Data Act no solo van a marcar la regulación europea en la materia, sino que se convertirán en un referente regulatorio global.

El protagonismo de China en el panorama mundial se ha vuelto tan indiscutible que el gran asunto de política internacional de nuestros días pasa por definir las relaciones de cada uno de los distintos actores con el gigante asiático. En un EEUU completamente polarizado el único consenso que hoy se puede percibir es la necesidad de reforzar su estrategia frente a China a la que se considera mucho más que un serio competidor comercial. Europa tiene como primera prioridad afrontar el final de la guerra de Ucrania, pero también debe decidir qué papel debe jugar en ese nuevo paisaje de creciente tensión estratégica y comercial.

El regreso de Lula a la presidencia de Brasil y su activa presencia internacional ha devuelto a Iberoamérica un protagonismo aún más importante en el nuevo mapa de la geografía mundial. Occidente ha descubierto que su ausencia prolongada de Iberoamérica y África ha dejado el campo libre para que su principal rival haya establecido sólidas alianzas en ambas zonas del mundo. Europa y EEUU vuelven a mirar a Iberoamérica con menos superioridad moral y mayor voluntad de entender las transformaciones que se están produciendo en la zona.

Los países occidentales no solo afrontan amenaza del exterior, también en el seno de las democracias liberales se producen fenómenos que deterioran los principios esenciales de su funcionamiento. Hablamos de la polarización, del auge de los extremismos o de las amenazas de la libertad de expresión y, singularmente, a la libertad de cátedra, un fenómeno mucho más acusado en las Universidades de EEUU.

El periodo de Presidencia Española de la Unión Europea tiene un hito de importancia primordial: la definición de unas nuevas reglas fiscales para Europa que deberán entrar en vigor el año que viene. El objetivo común es lograr unas reglas simples, más claras y menos voluntaristas que las vigentes. Conjugar la flexibilidad que no hubo en el pasado con la efectividad en el cumplimiento de los objetivos no parece fácil. Tampoco lo será arbitrar un sistema que permita aflorar los recursos necesarios para políticas de convergencia o para afrontar los retos comunes como el cambio climático.